Un ángel acaba de pasar. Me ha tocado el hombro y se ha ido.
Leo en mi timeline de X de la revista Ligeia esto de Maria Teresa Andruetto, a quien recientemente descubrí a través de su poesía por la editorial Pre-textos. Leo: “La literatura desvía la mirada, convierte lo secundario en principal. Lo bello tiene lugar en lo secundario, porque escribir es velar para que el lector levante el velo, intuya lo secreto, el corazón de lo escrito”; la cita es de El arte de narrar (2025). Y se me encoge el corazón, me hacen chispiritas los ojos –¿Cuántas veces he llorado hoy? Me atrevería a decir que tres–. Escribo esto agotada, sin muchas ganas de hacer nada, pero curiosamente lo que más me apetece cuando no tengo ganas de hacer nada es escribir. ¿Por qué razón me pasa esto? No entiendo las razones, no entiendo estas dudas, estos porqués azarosos en los que discurro a veces sobre qué escribir o qué me punza. Escucho en bucle el disco dedicado a Samuel Beckett de Ari Frankel. Me está sacando de más de un apuro estas semanas. Más que nada porque me inspira, me hace vibrar, me hace sentirme a gusto y con gusto con el entorno y con las cosas que intento crear. La música actúa como un impulso vitalicio en mí. Me lleva a la escritura y la creación. Destaco también otra frase de Manuel García Perez en la que dice: “Hay una especie de suspensión del tiempo, de la muerte, me atrevo a decir, cuando la escritura hace que cese todo y tú formes parte de la materia que se ejecuta”. Algo así sucede con la creación, con toda creación artística. Nos aleja del tiempo, nos aleja del mundo material haciendo que nosotros seamos materia haciéndose también. Siempre pensé esto, hoy lo vi escrito. También lo leí a los antiguos y lo leí a los filósofos-poetas. María Zambrano lo sabía, por ejemplo. IBN Arabi también. Andrei Tarkovski igual.
Qué tiene la cultura que me ha secuestrado, me digo. Me tiene, absoluta y profundamente, secuestrada. No por lo que ella me ofrece, que es algo vasto y denso, sino por la sinergia que produce a través de mí. Quien ama la cultura ama compartirla. Ama el goce de saberse contenido y contenedor. Admiro a la gente que comparte sus conocimientos con los demás, que los lleva al pueblo, a todo el mundo que va a él. Quiero ser como ellos, quiero formar parte de la cultura, quiero ser culta en el sentido de poder entablar conversaciones inteligentes e interesantes con la gente que admiro. Pero me provoca mucha vergüenza. Una vergüenza desesperada. Y yo callo. Pero sé que tengo tanto que ofrecer… Son muchos años escuchando música, investigándola. Muchos años, más de los que tengo, viendo películas (¿no cuentan acaso también las películas que veía mi madre cuando estaba embarazada de mí? ¿no cuentan acaso también las que me ofrecía mi padre y mis hermanos para ver a través de nuestro videoclub? ¿no cuentan acaso también esas incursiones solitarias al cine de mi pueblo en el que estaba yo sola en la sala?); leyendo libros sin parar o sintiendo a fin de cuentas que en la cultura está mi destino, mi misión en la vida, mi gran pasión por todo lo que es capaz de ofrecer al ser humano.
La cultura nació del humano para hacerse sabio en experiencia, ideas y sensaciones. La cultura nos entretuvo y también nos lleva a concienciarnos de la belleza de la vida, de los tesoros que oculta, de la desmesurada osadía que tiene para emocionarnos y hacer que nuestros poros exhumen lágrimas. Cielos, papá, tú que estás leyéndome: gracias por ofrecérmela. Gracias de todo corazón porque sin cultura solo quedaría el amor, pero y el amor que nos desprende una canción, una película, la sabiduría de un libro, el profundo y sensacional roce de alguien que sabe mucho y habla. La cultura nos inculca una emoción irrefrenable por la vida, por lo que nos puede ofrecer, y la creación hace la cultura. El arte hace la cultura. El pueblo y sus gentes también la hacen. Y el amor por nuestros congéneres también.
La belleza nació un día soledado, pero también durmió en el sol derramado. La belleza se posó por las hojas caídas, la hojarasca del otoño, y se hizo eterna en un paisaje invernal. Quién no quiere sentirse rodeado de belleza y mostrarla. Eso, también es cultura. Es hacer de nuestro espacio y nuestro lugar un sitio en el que guarecerse. Es estar recogido un día de lluvia bajo las mantas y sentirse pleno cuando un libro nos hace reír o llorar. El mundo es un pedacito. El mundo reducido a lo mínimo. Y sin embargo… Ese mundo es enorme y la cultura traspasará los sueños. Anoche, por ejemplo, soñé que iba a una mansión que contenía más mansiones inhabitadas alrededor. En una de esas mansiones habitaba una biblioteca antigua y yo, tras muchos años cerrada a cal y canto porque el dueño murió en ella, entraba y la hacía mía. Entraba y me sentía en una especie de museo a mi disposición, a mi voluntad propia. Cada libro era el definitivo en mi vida. Había una cama en mitad de la biblioteca, y yo aireaba las colchas y las sábanas y alguien pretendía darme clases de música en ella. ¿De violín? ¿De piano? ¿De flauta travesera? No lo recuerdo bien. Algo así es la música clásica conmigo. Las músicas que escuchamos se comportan de distinta manera con nosotros dependiendo de cómo nosotros nos comportamos con la vida. Si la música que escuchamos es tranquila, es porque necesitamos la calma, vivimos en la calma, la calma precede a todo y a todos. La sensación que tuve en el sueño era para hacer un poema. Era, como un vestigio de la antigüedad.
He de estudiar a los clásicos. He de estudiar simbología (aquí os dejo un curso bien completo y gratuito de Arsgravis en colaboración con la Universidad de Barcelona). He de estudiar aquello que me punza, instruirme en la música, ahondar en su teoría, en sus vertientes, en sus haceres. Como dijo Natalie Portman no quiero estudiar realmente, lo que quiero es aprender. Lo que nos ofrece la cultura es un aprendizaje del mundo a través de las ideas y las sensaciones y ramas artísticas. ¿Quién no quiere esto? No querer esto es estar muerto en vida, es no querer la vida. Porque la cultura es vida y la vida… La vida la vivimos a cada paso que nos adentramos en la cultura. Quiero aprender muchas muchas cosas. Sentirme útil con la gente que me rodea. Rodearme de gente sabia. Quiero ser realmente yo, y sin cultura esto no es posible, porque me inculcaron cultura y nací en ella y con ella. Quiero amar y sentir pasión por lo que me rodea.